Por última vez, Martin Ahiaba recorrió la unidad penitenciaria Coffield en Colonia Tennessee, en la ciudad de Palestine, Texas. Recordó los dos últimos años que pasó trabajando como guardia para llegar a fin de mes y más tarde como oficial de libertad condicional. Se encontró cara a cara con la compasión y experimentó lo que realmente significaría algún día ser sacerdote. Al marcharse no miró hacia atrás. Lo único en lo que podía pensar era que finalmente se uniría al seminario de la diócesis de Tyler.

Nacido en el año 1972, hijo del Sr. Augustine S. Ahiaba y de la difunta Sra. Cecilia A. Ahiaba, el Padre Ahiaba creció en la tierra de Igala, en el cinturón central de Nigeria. Sus padres se casaron en el año 1966 y se convirtieron al catolicismo desde la religión tradicional africana (RTA). Su padre es un sargento retirado del ejército nigeriano, y su madre, siendo ama de casa, crió y catequizó a diez hijos. Crecer en los cuarteles militares ofreció al joven Ahiaba la oportunidad de viajar por toda Nigeria y servir como monaguillo en sus capillas.

“La región del cinturón central solía ser la parte norte de Nigeria, donde el Islam es el factor predominante en el diálogo interreligioso. La mitad de mi familia es musulmana y la otra mitad cristiana. Vivíamos juntos amistosamente. No hay muchas peleas ni intolerancia, pero a medida que se avanza hacia el norte, hay más disturbios por parte de los terroristas de Boko Haram quienes a menudo se disfrazan de pastores fulani”, dijo el Padre Ahiaba. 

Tras la jubilación de su padre, regresaron a su ciudad natal de Agala-Ate, en Dekina LGA, donde experimentaron un golpe militar por parte del gobierno político electo.

“Hubo un golpe de estado tras otro. Algunos fueron mortales, otros pacíficos. Aquellas dictaduras militares me dieron un sentido de intolerancia hacia cualquier tipo de injusticia”, dijo el Padre Ahiaba.

La religión se convirtió en una fuente de estabilidad social cuando los misioneros irlandeses y francocanadienses, conocidos como padres y hermanos del Espíritu Santo o como Espiritanos, evangelizaron las diócesis de Idah y Lokoja. La vocación al sacerdocio se fortaleció, especialmente por aquellos que perdieron su vida por la malaria y el martirio.

“Los seguí de pueblo en pueblo y ulteriormente me uní a su seminario en el año 1993, cuando dejé la universidad a los 21 años. Fui miembro durante casi nueve años antes de discernir. No me veía en esa vida”, dijo el Padre Ahiaba.

Decidió terminar su carrera de teología en el Instituto Católico de África del Oeste (CIWA), en la ciudad de Port Harcourt, Nigeria, y luego un máster en la Universidad KU Leuven en Bélgica. Luego de obtener su licenciatura en estudios bíblicos, se encontraba en una encrucijada. Tenía la oportunidad de hacer un doctorado en escrituras en la Universidad Católica de Washington D. C., o mudarse a la Arquidiócesis de Los Ángeles, California, donde un amigo lo había invitado al seminario.

Tras reunirse con el cardenal Roger Mahony, el P. Ahiaba comenzó a estudiar en el Seminario de San Juan en la ciudad de Camarillo con la Arquidiócesis de Los Ángeles desde el año 2005 hasta el año 2008.

“Pero debido a los vestigios que dejó la crisis de abusos sexuales que se produjo en el seminario, no pude continuar. No podía entender lo que estaba ocurriendo, así que discerní nuevamente. No encontraba ningún lugar en el que quisiera continuar con mi discernimiento”, recordó el P. Ahiaba.

Se dirigió a su director espiritual, quien le dijo: “Si quieres tener una visión equilibrada de América, ve a Texas. Está en el centro, y hay muchos nigerianos en Houston y Dallas. Ve a ese lugar y encontrarás mucho apoyo”.

Desde el año 2008 hasta el año 2009, se unió al programa de discernimiento para instalarse en Houston o Dallas.

“El director vocacional me dijo que, al no tener la recomendación del Cardenal Mahone, no me permitirían unirme. ¿Qué hago? Pensé. No hay problema. Puedes ir a la escuela y esperar un tiempo, años tal vez. Si entonces quieres ser sacerdote, vuelve”.

El P. Ahiaba regresó con los Padres del Espíritu Santo en el año 2009 como estudiante de doctorado en la Universidad de Duquesne, en la ciudad de Pittsburgh, Pensilvania, para estudiar Teología Sistemática especializada en diálogo interreligioso. Tras ser testigo del conflicto entre el cristianismo y el islamismo en el norte de Nigeria, su disertación propuso aplicar un enfoque pneumatológico a la conversación interreligiosa, en lugar de la cristología utilizada en ese entonces.

Con nada más que hacer que editar su tesis, realizó una residencia como capellán en el hospital Christus Spohn Memorial en la ciudad de Corpus Christi, Texas, desde el año 2012 hasta el año 2013. Completó cinco unidades de Educación Pastoral Clínica y se convirtió en capellán certificado por la Asociación Nacional de Capellanes Católicos. Luego se tomó un año de descanso para visitar a su familia en Nigeria. Entretanto, el sacerdocio permanecía en su corazón. 

“Entonces vi un anuncio en línea del centro [de la Pastoral Universitaria San Juan Pablo II] en el que decía que necesitaban un encargado para la pastoral universitaria. Postulé para el trabajo y me entrevistaron el Padre Paul Key y el Diácono Shaun Black. Debido a la manera en que respondí a sus preguntas, me preguntaron: “¿Sigue interesado en el sacerdocio?” Les dije: “Bueno, he estado de aquí para allá, pero nadie me ha contratado. He estado esperando aquí y eso está bien”. Entonces dijeron: “¿Sabe qué? No le daremos este trabajo. Creemos que tiene más para ofrecer que la descripción del puesto de trabajo que tenemos para usted. ¿Qué le parece si enviamos su expediente al obispo?” Les dije: “Bueno, estoy totalmente a favor”

Al revisar el expediente del P. Ahiaba, el obispo Joseph Strickland le propuso primero vivir en la diócesis durante un año antes de unirse al seminario para de esa manera conocer el área y discernir si estaba realmente interesado. Siendo optimista, la única pregunta que quedaba era ¿dónde encuentro un trabajo para mantenerme este año?

“Fui al Hospital Christus, pero no había trabajo. Acabé trabajando como guardia en la cárcel durante un año. A partir de ahí, pasé de ser guardia a oficial de libertad condicional durante un año más”, dijo el Padre Ahiaba haciendo una pausa para limpiarse las lágrimas de los ojos. “Nunca imaginé que el discernimiento en mi vida me llevaría al ministerio de cárceles, pero sin embargo, vi lo que significa ser un sacerdote/capellán en la cárcel”.

Abordó su trabajo desde un punto de vista pastoral. Desde encargarse de la seguridad pública y de las víctimas de daños, hasta reunirse con los familiares tanto de la víctima y como del preso, el Padre Ahiaba hallaba valor en cada alma que encontraba.

“Si va caminando por la calle y encuentra un billete de cien dólares arrugado en la alcantarilla, ¿regresaría a recogerlo?” Preguntó el Padre Ahiaba. “…¡Sí! Debido a su valor. Así es el alma humana ante Dios. Dondequiera que esté tirado o abandonado, él baja allí y le recoge. Ese es el enfoque que yo veo. Que usted tiene valor. Sus vidas han sido creadas a imagen y semejanza de Dios. Por supuesto, no decimos que lo que hicieron esté bien; no robaron caramelos para ir a la cárcel. Algunas son las personas más peligrosas de Texas, pero aun así, tienen valor”.

Tras haber viajado de Texarkana a Madisonville como oficial de libertad condicional, comenzó a sentirse más a gusto en el este de Texas. Asistió a misa en la iglesia Santa María Magdalena de Flint, donde el Padre Tim Kelly le ofreció esperanza y hasta ayuda económica. 

 En el año 2016, la diócesis finalmente lo aceptó, y estudió en el Seminario de Notre Dame en Nueva Orleans desde el año 2016 hasta el año 2018. “El P. Justin Braun fue el director vocacional que me ayudó enormemente (ahora es el párroco de Texarkana). Le estoy agradecido. Estoy agradecido con el Padre Paul Key”, dijo.

Fue ordenado diácono en el año 2017 y regresó a la diócesis en el año 2018 para desempeñar su labor apostólica en Madisonville, Tyler, Kilgore, Marshall, Lufkin y Jefferson. Finalmente, fue ordenado sacerdote en la fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo, el 2 de febrero del año 2021, en la Catedral de la Inmaculada Concepción de la ciudad de Tyler, Texas. 

Casi 28 años después, se vio relacionado con las palabras de Jesús sobre la parábola de los trabajadores de la viña:

El reino de los cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envió a su viña. Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: “Vayan también ustedes a mi viña, y les pagaré lo que sea justo”. Y ellos fueron. [Y] salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo:“¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?” Ellos respondieron:“Porque nadie nos ha contratado”. Les dijo:“Vayan también ustedes a mi viña”. […] Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. […] Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos.

Mt. 20:1-16

“Había un sentimiento de redundancia, de no ser apreciado, de pura impotencia”, explicó el Padre Ahiaba. “Pero nunca me he quedado sin hacer nada. Es una vida plena para mí, y doy gracias a Dios por mi vida. Desgraciadamente mi madre no vivió para ver este día, pero está contenta de que finalmente me hayan contratado y de que haya logrado el deseo más profundo de mi corazón… solo querer servir. El tiempo de Dios es el mejor”.