¿Por qué el Sacramento del Matrimonio es esencial para la pareja? ¿Y por qué es éste tan importante y necesario para las personas que viven en una unión meramente civil o en cohabitación? 

Estas son dos preguntas importantes que podemos abordar, para hacerlo iniciemos por los principios básicos. “..Así pues, lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre” (Mt. 19, 6). Estas son las palabras de Confirmación del Consentimiento que declara el testigo oficial de la Iglesia (diácono, sacerdote u obispo), en la liturgia del sacramento del matrimonio, sólo después que los novios se han dado el sí el uno al otro. 

Como lo establece y lo entiende nuestra santa madre Iglesia, el consentimiento matrimonial (el Sí) es el momento clave y más importante del sacramento del matrimonio; es el acto de voluntad por el que cada novio se da y recibe al otro como cónyuge. Por eso para la Iglesia el consentimiento, que se dan el hombre y la mujer mutuamente en la Iglesia, cuando es legítimamente manifestado produce el matrimonio entre las partes (canon 1057). Con  este acto – con este sí mutuo –  las dos personas se unen y se convierten en una sola carne, en una sola cosa como nos enseña la Sagrada Escritura en varios pasajes (Gn. 2, 24; Mt. 19, 6; Ef. 5, 31). 

Por eso cuando el varón y la mujer se dicen el uno al otro en la Iglesia: Yo, N te recibo a ti N como esposo (a) y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida, el hombre y la mujer establecen, en ese mismo momento, una alianza de amor para toda la vida. Esta alianza se sella, o logra su indisolubilidad, es decir que nada ni nadie les puede separar, en el momento de la consumación del matrimonio.

Por lo tanto el matrimonio, regalo precioso de Dios mismo, desde de la creación del ser humano, es un don para la pareja – varón y mujer – que entran en esta alianza, la cual Cristo Jesus elevó a la dignidad de Sacramento entre los bautizados (canon 1055). El sacramento del matrimonio es a la vez un don, un regalo para todo el mundo, ya que el hombre y la mujer que se han unido sacramentalmente se convierten en testigos del amor de Cristo por la Iglesia y de la Iglesia por su Señor, al cual ella sirve con alegría y espera que regrese en gloria. 

Es por ello que para los católicos el matrimonio en la Iglesia Católica es esencial, es vital, y es la única forma por la cual la pareja (hombre y mujer) pueden vivir en un amor conyugal válidamente establecido a los ojos de Dios. Toda otra expresión de intimidad sexual entre varón y mujer no es una expresión reconocida por la Iglesia, llámese unión civil (matrimonio civil) o cohabitación (unión libre) o cualquier otro tipo de relación de pareja, son situaciones irregulares que deben ser corregidas. En otras palabras, todo católico que desee vivir en una relación conyugal debe hacerlo a través del santo matrimonio en la Iglesia Católica.

La Iglesia tiene este principio muy claro, y así lo ha enseñado desde sus inicios. Desafortunadamente en nuestras parroquias aún hay muchas personas que viven en situaciones irregulares de matrimonio, y en muchos casos sin una razón de fondo o de peso. Es por ello que la Iglesia sigue exhortando, como siempre lo ha hecho, a todos aquellos que aún no han entrado en la alianza matrimonial a hacerlo sin demora. Con toda certeza podemos afirmar que no hay otro camino, y que vivir una vida conyugal fuera del matrimonio es vivir en contra de la voluntad de Dios e ignorar lo que Él nos está mandando. Hacerlo es ser explícitamente desobedientes a Dios y preferir vivir en las sombras del pecado a hacerlo en la claridad de luz que Él nos ofrece.  

Los párrocos con sus equipos de trabajo siempre están preparados y dispuestos para servir a toda persona que se acerque a buscar ayuda en las parroquias. Por lo tanto, si una pareja está viviendo en cohabitación o en una unión meramente civil, les invitamos a que se acerquen a la parroquia a la que pertenecen y hablen con el sacerdote, y así logren iniciar el proceso matrimonial y puedan regresar a los sacramentos y a la intimidad con el Señor que se nos da cada día en la Eucaristía y en los otros sacramentos. No podemos olvidar que es deber de todos – como hermanos que somos – seguir animando, en la caridad cristiana, a toda persona que no esté en una unión sacramental valida a vivir en la verdad y en los sacramentos. 

Por otra parte, si una persona necesita ayuda técnica acerca de alguna situación matrimonial previa, o alguna otra situación por la cual no puede entrar en un matrimonio válido, debemos recordar que el Tribunal Diocesano siempre está allí para ayudar a responder esas preguntas jurídicas y tratar de ayudar con los procesos propios, con los que cuenta la Iglesia, a toda persona que necesite ayuda especializada. 

Sigamos pues trabajando juntos como es nuestra misión, por la salvación de nuestra propia alma y el alma de muchos, y buscando siempre responder a la llamada que Dios nos hace a todos en el Evangelio de ser perfectos (santos) como nuestro Padre celestial es perfecto (Mt. 5, 48).