Por Erin Mone

La oración es probablemente la cosa más fácil y, al mismo tiempo, la más complicada. Muchos santos han expresado que la oración es simplemente hablarle a Dios. Santa Teresa de Lisieux dijo célebremente: “Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor”. El YouCat dice: “La oración es la elevación del corazón a Dios. Cuando un hombre ora, entra en una relación viva con Dios” (YouCat, 469). Cuando la oración se explica de esta manera, parece bastante simple. Entonces, ¿por qué puede ser tan difícil para algunos de nosotros orar?

Si la oración es una “relación viva con Dios”, esta requiere dar y recibir, tal como lo hacen todas las relaciones. No solo debemos hablar y compartir nuestros corazones, sino que debemos ser capaces de escuchar y recibir el corazón del Señor. En una conversación, normalmente escuchamos con nuestros oídos las palabras que se dicen y con nuestros ojos el lenguaje corporal. En la oración, no somos capaces de escuchar con nuestros oídos y ojos físicos, pero aprendemos a escuchar con los “oídos” y los “ojos” de nuestro corazón, que es donde habla el Señor.

He aquí tres cosas simples para ayudarte a comenzar una vida de oración:

Establece un tiempo de oración diario.

¡Programar un tiempo para orar cada día es un cambio de juego! Esto nos ayuda a elegir activamente orar, a medida que pasamos de una buena idea a dar pasos concretos para hacerla realidad. Quiero viajar por el mundo, pero hasta que compre ese boleto, sigue siendo solo una buena idea en mi cabeza.

La oración programada también nos ayuda a permanecer fieles a la oración. Siempre habrá días en los que estemos estresados, preocupados, sintamos que no tenemos tiempo o simplemente no tengamos ganas de orar. Cuando ya tenemos tiempo designado para orar, es más probable que también oremos en días ocupados. Las relaciones toman tiempo para construirse y la oración diaria nos ayuda a construir esa relación. A la Madre Teresa le gustaba decir: “Dios no pretende de mí que tenga éxito, solo quiere que le sea fiel”.

Al decidir cuánto tiempo debes orar cada día, recuerda no descuidar tus deberes como el trabajo, la escuela, o la familia, pero también retarte a ti mismo. Comienza con un poco de tiempo y avanza hacia más. Podrías comenzar orando durante 2 minutos la primera semana, 5 minutos la segunda semana e ir incrementando hasta el tiempo que elijas.

¡Solo empieza!

Fácilmente podemos pensar que necesitamos aprender los mejores métodos y memorizar oraciones vocales antes de comenzar a orar. ¡No caigas en esta trampa! Así como no nos convertimos en expertos en amistad antes de hacer amigos, no tenemos que ser expertos en oración para poder orar. Aprenderás mientras lo haces, pero solamente si empiezas.

Uno de los mejores consejos que recibí cuando comencé a orar fue el ser consciente de que Dios está presente. Él es un ser vivo aquí, esperándonos, mirándonos y amándonos. Cuando uno comienza a abrir su corazón para compartir sus alegrías y miedos, recordar que él está presente y escuchándonos cambia la forma en la que uno habla. Así como no siempre hablamos cuando pasamos tiempo con amigos, simplemente ‘estar’ en la presencia del Señor es una oración.

Tomarte unos segundos para estar en silencio cuando comienzas a orar puede ser como pisar el freno de nuestra acelerada vida cotidiana. Puede ayudarte a entrar en oración y estar presente con Dios quien ya está presente para ti.

Postura corporal durante la oración.

Nuestras actitudes corporales son importantes y pueden ayudarnos a orar. Por ejemplo, nos ponemos de pie cuando alabamos, nos arrodillamos cuando adoramos o pedimos perdón, o nos sentamos para escuchar y meditar. Nuestros cuerpos pueden expresar nuestra oración con gestos simples como tener las manos levantadas para interceder y ofrecer, abiertas para pedir y recibir, y juntas para rogar o interiorizar algo y para escuchar.

La Iglesia nos ayuda a entrar en la oración más grande, la Misa, con nuestros cuerpos. Nos ponemos de pie durante el Evangelio por respeto, nos arrodillamos durante la consagración para expresar adoración, y nos sentamos durante la homilía para escuchar. Encontrar una postura devota y respetuosa te ayudará a expresar y entrar a tu oración.

Tener una vida de oración diaria cambia y da vida. Los dejo con una línea de la “Oración de Amor” de San Juan Vianney para que mediten durante su primer tiempo de oración: “Oh mi Dios, si mi lengua no puede decir cada instante que te amo, por lo menos quiero que mi corazón lo repita cada vez que respiro.”

Erin Mone es la Ministra de la Juventud en la Catedral de la Inmaculada Concepción en Tyler, Texas.